Desde tiempo inmemorial hasta 1840 detrás del paso de Nuestro Padre Jesús, cubiertos con una pobre túnica ceñida con una soga, EL ROSTRO DECUBIERTO y los pies descalzos, yendo cargados con una gran cruz, hecha con poco primor (LLEGÓ A PASAR DE 500, siendo rara aún a principio de siglo casa donde no se conservara una cruz), iban los Hermanos de cruz (COMO SE NOMBRABAN), que al caer Nuestro padre Jesús caían también, oyéndose a larga distancia el ruido que producían tanta cruces al caer al suelo y chocar unas con otras. Existiendo en poder de la congregación una campana con las inscripciones “SOY DE LOS HERMANOS DE CRUZ, 1682”. Mucho se ha hablado y aun después de tantos años en pro y en contra de esta antigua devoción. Muchos la han apodado de hipócrita y le han llamado fanatismo, aventurando bastante, no considerando al hablar así , que la piedad de nuestros mayores era muy grande, y que el principio de esta devoción pudo ser otro que esta misma piedad y deseos de penitencia. No dudamos que algo habría de reprochable como en todas las cosas donde el hombre interviene y que la vanagloria y la honra mundana recibían mochas veces gran favor de los hermanos de cruz como se nombraban, pero no nos atrevemos a reprobarla estrictamente.
CEREMONIA DE LA TRES CAIDAS.
Al llegar la procesión al sitio designado, un señor: Sacerdote convidado al efecto, desde un balcón dispuesto con tornavoz y paño de pulpito morado, predica á el numeroso pueblo sobre la triste escena que tuvo lugar en la vía dolorosa, cuando Nuestro Señor Jesucristo camino por ella con la Cruz sobre sus hombros. A un aviso del orador la procesión avanza y á una señal dada se verifica el paso de las caídas inclinando hasta el suelo la parte anterior de la urna del Nazareno y dejando levantada la posterior, al mismo tiempo la ronca trompeta se deja oír y los canto es entonan con voz fúnebre un verso del Miserere cubriéndose con el palio la imagen de Nuestro Padre Jesús.
Entre tanto el Sacerdote exhorta al pueblo, dirige suplicas á el Divino Nazareno, etc., hasta que haciendo nueva señal se levanta el paso repitiendo otras dos veces la misma escena. El cuadro es conmovedor sobre todo encarecimiento, digan lo que quieran los incrédulos, haciendo gala de necios y descreídos, pues los corazones de los que no han perdido la fe se estremecen de compasión y de amor y más de una lágrima humedece las mejillas. Siguiendo su marcha el paso de Nuestro Padre Jesús, prosigue el del evangelista, a quien dirige la: palabra también el orador haciendo lo mismo al pasar la Virgen, concluyendo el acto y la procesión se dirige a su Iglesia. Desde tiempo inmemorial hasta el año de 1840, se veían caminar muchos hermanos detrás del paso de Nuestro Padre Jesús, cubiertos con una pobre túnica ceñida con una soga, el rostro cubierto y los pies descalzos, yendo cargados con una Cruz de grandes dimensiones, hecha sin artificio ni primor alguno.
Esta ceremonia conmovedora (con sermón incluido) que no se ha celebrado siempre en un mismo sitio, Arenal (Arenalejo Santiago/ Plaza Alfonso XII), Calle Larga y a partir de 1918 pasa a la Alameda de Cristina, aproximadamente sobre las 6/7 de la mañana, siendo el último año ceremonia tres caídas en 1923.
A una señal dada se verifica el paso de las caídas inclinando hasta el suelo la parte anterior de la urna del Nazareno y dejando levantada la posterior, al mismo tiempo la ronca trompeta se deja oír y los canto es entonan con voz fúnebre un verso del Miserere cubriéndose con el palio la imagen de Nuestro Padre Jesús.
Cuenta Hidalgo Ortega, quien también fue Mayordomo de la Hermandad de Jesús a finales del siglo XIX, en 1823, estaba acuartelada en el Arenal una división del ejército Francés que al mando de Angulema había venido para liberar a Fernando VII de su prisión en Cádiz, la mañana de ese Viernes Santo, cuando desfilaba la Cofradía por delante del cuartel y un centinela hacía guardia en los portales de dicha plaza, divisó que por la Puerta Real, salían un gran número de personas con una indumentaria muy rara, que portaban sobre sus hombros grandes cruces. Sobrecogido por estas imágenes, entró en el cuartel dando gritos de espanto y puso sobre las armas a toda la división, pues las voces fueron tales, que no parecía sino que un formidable enemigo había invadido la plaza, poniendo en armas a toda la división, puesto que los franceses entendieron que venían a invadir la plaza.
La tensión del ejército francés subió de grado cuando se hizo un silencio sepulcral en la plaza y un sacerdote sacó un pañuelo desde un balcón y se escuchó una trompeta, mientras que una imagen (Jesús Nazareno) era inclinada hasta tres veces. En la última caída, todos los hermanos que iban con citadas cruces las tiraron al suelo haciendo tal estruendo que la tropa francesa estuvo a punto de repeler lo que ellos entendieron como un ataque. Desde entonces la Hermandad de Jesús dejó de llevar cruces en su cortejo procesional.
[1] MEMORIA HISTORICA DE NUESTRO PADRE J NAZARENO POR ANDRES HIDALGO ORTEGA.
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